Impacto del COVID en el ambiente
COVID en el ambiente
La propagación del coronavirus (COVID-19) en todo el mundo está teniendo efectos devastadores en la vida de los consumidores, la política mundial y la economía mundial. Un tema de discusión que parece haber estado en el fondo por ahora, es el impacto ambiental. El impacto de este virus no tiene precedentes en este siglo, sin embargo, el cambio positivo al que podría conducir en la forma en que los consumidores perciben y contribuyen a las iniciativas ecológicas.
El confinamiento forzado o voluntario de una gran parte de la población mundial, junto con el cese de innumerables actividades, sugiere una moderación del impacto humano en el medio ambiente sin precedentes en la historia reciente. Y aunque esta idea ya ha generado los engaños inevitables, como las noticias falsas de la aparición de delfines y cisnes en los canales de Venecia, la verdad es que hay razones para considerar si notaremos un impacto de la crisis actual en el planeta en su conjunto.
Existe la posibilidad de que todo este globo de oxígeno que ha fomentado Covid en el ambiente termine siendo perforado, ya que el mundo podría comenzar a recuperar el tiempo perdido. Por ejemplo, existe la posibilidad de que los consumidores sobrecompensen volando más y comprando más. Por lo tanto, las fábricas producirán en exceso para satisfacer la demanda y esto sería perjudicial significando un impacto negativo de Covid en el ambiente.
Covid en el ambiente
Este iba a ser un «año decisivo» para las iniciativas contra el cambio climático, como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres, en una reciente aparición con respecto a la cumbre anual de la ONU sobre acción climática, que iba a tener lugar en Glasgow en el mes de noviembre.
Antes de la cumbre, se esperaba que 196 países presentaran planes nuevos y más ambiciosos para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones establecidos en el Acuerdo de París de 2015. Sin embargo, el 1 de abril, ante el avance de la pandemia de coronavirus, la ONU anunció que pospondría la cumbre hasta el próximo año.
A la necesidad de reducir la contaminación debido a sus efectos nocivos para la salud y el medio ambiente se puede agregar una nueva razón poderosa: su incidencia en pandemias mundiales como COVID-19. Los científicos ya han presentado varios estudios que establecen la relación de Covid en el ambiente, aunque la mayoría no están controlados y tienen limitaciones.
Después de analizar datos de 3.080 condados en los Estados Unidos (prácticamente todo el país), han encontrado una asociación entre una mayor mortalidad por coronavirus y niveles más altos de las partículas peligrosas de PM 2.5 (con un diámetro de menos de 2.5 micras). El aumento de un solo microgramo por metro cúbico en la concentración de estas partículas aumenta la tasa de mortalidad en un 15%.
Existe una gran superposición entre las causas de muerte en pacientes con COVID-19 y las patologías causadas por la exposición a largo plazo a partículas finas de PM 2.5, que contienen sólidos microscópicos o gotas de líquido lo suficientemente pequeñas como para ser inhaladas y causar serios problemas de salud.
Los estudios son los que confirman que existe una estrecha relación entre la polución que hay en el aire y la gran incidencia de la pandemia. Se manejan diferentes hipótesis manejadas por los científicos que apuntan a que existe una gran vulnerabilidad cardiorrespiratoria en las personas que llevan muchos años expuestos a los elevados niveles de contaminación en las ciudades. Esto puede hacer que se hagan mucho más sensibles a la enfermedad.
Para realizar un análisis de temperatura y humedad ambiental y las partículas PM 2,5, PM 10, NO2 y O3 influyendo en la incidencia de la pandemia del COVID-19. El Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Estatal de Meteorología han lanzado un proyecto de un año, en el que se deberán considerar todas las variables demográficas y socioeconómicas, como puede ser la densidad de la población, la cantidad de personas que hay mayores de 65 años o el nivel de ingresos de la población.
El cambio climático, además, amplifica toda esta situación y de manera muy directa. El aumento de las temperaturas hace que las aves, los mosquitos y los insectos migren a áreas que, poco a poco, se están volviendo tropicales. Ahora pueden transmitir enfermedades en latitudes que antes eran más frías y ya no les son hostiles.
Por esta razón, y como las Naciones Unidas han advertido durante mucho tiempo, “nuestra mejor vacuna para el futuro es proteger la naturaleza y la diversidad.
En este momento, la mayoría de los analistas comparten un temor común: que cuando la desaceleración de la actividad causada por COVID-19 comience a superarse en todo el mundo, la «visión miope» de apostar por duplicar el crecimiento «a toda costa» o al costo de degradación ambiental, alejándose de la descarbonización de la economía o promoviendo la desregulación ambiental para lanzar nuevos planes relacionados con los combustibles fósiles.
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